A una década de la hazaña: Tigres y la final que cambió su historia
El 5 de agosto de 2015 no es una fecha cualquiera para los Tigres de la UANL. Esa noche, en el Estadio Monumental de Buenos Aires, el club regiomontano cayó 3-0 ante River Plate en la final de la Copa Libertadores.
¿Cómo fue esa final de la Copa Libertadores?
A una década de aquella lluviosa noche, el recuerdo sigue latente: no solo por el marcador abultado, sino por lo que significó emocional, deportiva e históricamente para la institución.
Después de un empate sin goles en la ida disputada en el Estadio Universitario, Tigres llegó a la vuelta con ilusión. Contaba con una plantilla extranjera de élite —liderada por un recién llegado André-Pierre Gignac—, aunque sin derecho a disputar el Mundial de Clubes en caso de ganar.
Aun así, el equipo soñaba con romper barreras. Pero el Monumental, la lluvia y el fútbol de River fueron demasiado.
Los goles de Lucas Alario (45’), Carlos Sánchez (74’, penal) y Ramiro Funes Mori (78’) sellaron el destino de los felinos. El equipo de Marcelo Gallardo se coronó campeón continental tras 19 años, mientras Tigres cargó con una derrota que marcó su historia.
¿Qué cambió para Tigres tras esa final?
Aunque dolorosa, la derrota impulsó a Tigres hacia una década dorada. Bajo el mando de Ricardo Ferretti, el club levantó múltiples títulos de Liga MX, consolidó su grandeza en la región y alcanzó la final del Mundial de Clubes en 2020, siendo subcampeón ante el Bayern Múnich.
Aquella noche en Buenos Aires fue, paradójicamente, el inicio de algo grande.
¿Por qué esa derrota sigue doliendo en la afición felina?
La forma en que se perdió —con una diferencia de tres goles, sin anotar y sin capacidad de reacción— dejó heridas profundas.
La oportunidad de hacer historia en la Copa Libertadores se esfumó ante millones de ojos. Para muchos hinchas, fue el partido más importante y a la vez el más triste en la historia del club.
A 10 años de distancia, la final de la Copa Libertadores 2015 no se olvida. Tigres perdió un título, pero ganó una nueva identidad. Una que se forjó entre lágrimas, pero también en grandeza. Y aunque el trofeo no llegó, la historia se escribió con tinta indeleble.
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