La planta nativa que salva la flora autóctona mexicana y todos detestaban
Durante años fue vista como una planta molesta, invasiva o sin valor. Sin embargo, el ahuejote, una especie nativa de México, ha resurgido como una pieza clave para la conservación de la flora autóctona y la restauración ecológica.
Esta especie, originaria de los ecosistemas lacustres del Valle de México, está cobrando protagonismo gracias a su importancia ambiental y cultural.
Lejos de ser un estorbo, hoy se le reconoce como una aliada en la lucha por preservar la biodiversidad.
¿Por qué todos detestaban al ahuejote?
El ahuejote fue durante décadas considerado un “estorbo” en zonas urbanas por su tamaño, su necesidad de agua y su constante desprendimiento de ramas y hojas.
En muchos desarrollos urbanos, se le removía por representar un supuesto riesgo para banquetas o tuberías subterráneas.
No obstante, su función en los ecosistemas lacustres es vital: ayuda a filtrar el agua, estabiliza los bordes de los canales y lagos, y mejora la calidad del suelo.
Además, su sombra regula el microclima y sirve de refugio a múltiples especies animales.
Una barrera natural contra la erosión
Una de las características más valiosas del ahuejote es su capacidad para prevenir la erosión del suelo, especialmente en cuerpos de agua como los de Xochimilco.
Sus raíces se extienden en profundidad, lo que permite sujetar la tierra y evitar deslaves.
En las chinampas, el ahuejote actúa como un “poste vivo” que delimita parcelas, pero también como una barrera natural que reduce el impacto de lluvias y viento, conservando la estructura de los cultivos.
Un aliado inesperado para salvar Xochimilco
En la actualidad, proyectos de reforestación y conservación impulsan la siembra del ahuejote como una forma de proteger el ecosistema de Xochimilco.
Gracias a su capacidad de adaptación, crecimiento rápido y beneficios ambientales, el árbol se ha convertido en pieza clave para restaurar el equilibrio ecológico perdido.
Lejos de ser una molestia, el ahuejote representa una oportunidad: recuperar lo nativo para proteger el futuro. Este “árbol que llora” ahora florece como símbolo de resiliencia y esperanza ambiental.
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